Juan Antonio Blavi fabricó hace cinco décadas un vehículo espacial en medio del acontecimiento mundial del viaje del hombre al satélite natural de la tierra.

Hoy, 20 de julio, pero de 1969, el comandante de la nave Apolo 11, Neil Armstrong, descendía del módulo espacial para pisar por vez primera, para un ser humano, la luna.

Tras el salto desde el aparato pronunció una frase que quedó grabada a fuego en millones  de personas que ese día vieron el alunizaje por televisión o lo siguieron por radio: “Este es un pequeño paso para el hombre, pero un gran paso para la humanidad”.

Ese día de julio, hace medio siglo, un niño de 13, de nombre Juan Antonio Blavi, estaba en su casa, ubicada en calle La Parroquia 0181, en el sector de Casas Viejas, viendo casi sin pestañar el televisor que sus padres habían comprado. Era un afortunado, ya que por aquel entonces pocas familias contaban con este aparato.

“Era todo un acontecimiento. Todo el mundo estaba hablando de eso y todos los niños soñábamos con ir a la luna y ser astronautas”, dice hoy Juan Antonio Blavi, que con 63 años aún recuerdo aquellos días.

VEHÍCULO ESPACIAL

Juan Antonio, que ahora reside en la Región del Biobío junto a su familia, cursaba 8° Básico en 1969 cuando el calendario y el reloj estaban en cuenta regresiva para el 16 de julio, día en que se lanzó la misión Apolo 11 cuyo destino estaba a 400 mil kilómetros de distancia: la luna.

Todos o la mayoría de los niños como él sabían quiénes eran el comandante Neil Armstrong y los  pilotos Edwin Aldrin y Michael Collins. 

No había día en que en la prensa no saliera alguna noticia de estos tres astronautas y la odisea que estaban emprendiendo.

Juan Antonio, como buen niño inquieto, también tenía tiempo para jugar por aquellos días de invierno, por lo que no fue casualidad que sufriera una lesión en su brazo izquierdo.

Así, tuvo que usar un cabestrillo por casi dos semanas, período que aprovechó para plasmar una idea que le estaba dando vuelta hace tiempo: confeccionar un vehículo espacial, pero no cualquiera.

Se trataba del módulo lunar con el que Armstrong y Aldrin alunizaron.

“Juan Antonio se valió para efectuar su trabajo solamente de tarros de conserva en desuso, una tijera de cortar lata y soldadura blanca. Con estos rudimentarios elementos fabricó la cabina madre, la cápsula que regresó a tierra y el módulo lunar de dos fases, dando una muestra real de la composición del vehículo”, detallaba la nota publicada hace también 50 años en “Puente Alto Al Día”.

“Yo me acuerdo que el año anterior (1968) me tocó hacer una carpeta de la carrera espacial entre las potencias. Eso lo presenté en la escuela de Los Hermanos La Salle. Me saqué una buena nota”,recuerda Juan Antonio.

Blavi, quien leyó muchas novelas de ciencia ficción, en especial las de Julio Verne, contó que fue en el taller de su padre -Juan Blavi Reyes- donde confeccionó la nave espacial.

“Lo hice porque estaba con licencia. No podía ir a colegio y yo hacía este tipo de cosas antes. Hacía camioncitos con resortes. Todo con lata hacia la forma de las cosas. A mí me impactó mucho la ida del hombre a la luna y había muchas fotos que se publicaron en los diarios de cómo iba a ser la nave, los tripulantes, la nave madre, el módulo lunar, etc. De esas fotos hice yo una copia”, recordó Juan Antonio a Reportajes de PALD.

Para él ese día 20 julio es imborrable.

“Lo vimos por televisión. Afortunadamente teníamos televisión y pudimos ver las transmisiones y de cómo se fue desarrollando la bajada o los despachos de la luna. Era algo impactante para ese momento. Era algo impresionante. Fue una transmisión diaria”, rememoró.

El ahora jubilado puentealtino, pese a tener 63 años, recuerda que el yeso de su brazo izquierdo quedó todo manchado con pasta de soldar.

DE LA UNIVERSIDAD AL EJÉRCITO

Como su padre era mecánico y pasaba todo el día en el taller, decidió ingresar al Liceo Industrial de Puente Alto donde se especializó en electromecánica.

“Toda la parte eléctrica para mí fue fácil porque mi papá era mecánico y yo pasaba todo el tiempo con él. En ese entonces el Industrial tenía harto boom porque estaba bien equipada y había buenos profesores”, dice Juan Antonio.

Tras licenciarse de 4to. Medio estuvo un año en la universidad, de la que tuvo que retirarse por un tema económico.

“Estudié Ingeniería Eléctrica, pero no pude continuar porque no había fondos. No es como ahora que uno va y los chiquillos tienen crédito. Éramos mucho en la casa y yo me di cuenta que estaba haciendo un esfuerzo mi papá que no merecía seguir estudiando”, contó con nostalgia este puentealtino.

Luego, postuló a la Fuerza Aérea y al Ejército, donde finalmente se quedó.

“Allí estudié ingeniería en mecánica. Allí obtuve el primer puesto porque ya sabía mecánica. Además ingresé al Ejército con Licencia de conducir. Tenía harto conocimiento con un año de universidad. Todo eso lo aproveché”, contó a PALD.

Tras su paso por el Ejército se dedicó a manejar camiones, a la mecánica y al taller en su casa, sitio donde ahora pasa gran parte de su tiempo.

RECUERDOS DE NIÑEZ

-¿Se acordaba de esta publicación en el diario?

-Sí, si me acordaba. Mi mamá (Irma Concha de Blavi) era editora del diario y había algunas copias en la casa.

-¿Qué más recuerda de esa época?

-Todo esto de la carrera espacial, lo que me impactó más, es que se está cumpliendo lo de este hombre visionario o inspirado por Dios que lo escribió. Me refiero a Julio Verne.

Para mí, fue impactante.

Sin duda, tras 50 años sigue siendo impactante la hazaña lograda por tres seres humanos.

EL SELLO POSTAL DE LA NASA

Hace medio siglo las populares Selecciones Del Reader’s Digest hicieron un concurso para sus lectores que consistía en enviar cupones para obtener un sello postal -original- luego de cumplida la hazaña de la llegada del hombre a la luna.

Juan Pino, fotomecánico, tenía en ese entonces 10 años y estaba entusiasmado con todo el proceso del viaje espacial que lo llevó a enviar los cupones.

Días después de que Armstrong y Aldrin pisaran el satélite natural de la tierra, llegó el sello postal con una tarjeta alusiva.

“Es un bonito recuerdo de esa época que marcó a toda una generación. Todo en ese tiempo se basaba en historias sobre el espacio y lo desconocido que había fuera de la tierra. Esta carta y este sello es parte de esta historia. No sé cuánto valdrá ahora, pero es parte de lo que yo viví”, recordó Juan Pino.

LA HAZAÑA EN NÚMEROS

Para Estados Unidos poner el primer hombre en la luna supuso una inversión de 24.000 millones de dólares. Asimismo, más de 400.000 trabajadores participaron en su desarrollo.

Todos los componentes del cohete, la nave y el módulo lunar estaban compuestos por 5.600.000 piezas.

Hoy, cualquier teléfono móvil tiene más memoria que el ordenador que usaron los tres astronautas en 1969.

LA COLABORACIÓN DE CHILE

Los astronautas Neil Armstrong y Richard F. Gordon visitaron Santiago el año 1966 en el marco de una gira por Sudamérica. De esta forma, Estados Unidos y la Nasa agradecían el apoyo chileno por la instalación de estaciones de rastreo satelital en Antofagasta y Peldehue que siguieron, por ejemplo, la trayectoria del Apolo 11 en 1969.

En un dato muy particular y anecdótico, en su visita a la capital, Neil Armstrong fue al partido de Colo Colo y Ferrobadminton, donde fue ovacionado por más de 50.000 personas en el Estadio Nacional.

En 1970 el Presidente Eduardo Frei Montalva recibió en Cerro Castillo a los viajeros interplanetarios del Apolo 12  Richard F. Gordon y a sus compañeros Alan Bean y Charles Conrad.

Los astronautas le regalaron un pedestal con tres pequeños fragmentos de piedra lunar y una bandera chilena que había viajado a la Luna.

Cabe mencionar que en el Museo Nacional de Historia Natural está desde 1975 un fragmento de roca extraído en la última misión a la Luna, el Apolo 17, que llevó al espacio, entre otros, a Harrison H. Schmitt, único geólogo en pisar la Luna quien recogió muestras para entregarlas a todos los países miembros de las Naciones Unidas.